Y nos resistíamos a alejarnos. Aunque los dos sabíamos que inevitablemente nos separaríamos.
Agarrándonos del brazo por el que, poco a poco, iban deslizándose nuestras manos en sentidos opuesto, sin la fuerza suficiente para seguir unidos.
Y hoy siento la punta de tus dedos rozando la punta de los míos. Casi te has soltado...
Y te has ido, para siempre. Como tantas veces te pedí.
Y sigo haciendo como si no me importara, pero dentro... dentro siento todo. Aunque en el fondo aún no entiendo nada, como siempre.
Y no pienso. Y no te pienso.
¿Cómo puedo hacerme a la idea de que te soltaste y no quedarme esperando tu regreso eternamente?
No hay comentarios:
Publicar un comentario