Adaptación, soledad, rechazo...

Ya han pasado 17 días. Tiempo suficiente para empezar a acostumbrarme. La verdad es que nada es como cuando llegué. Es curioso como en 17 días he experimentado tantas y tan distintas sensaciones y sentimientos que no voy a ser capaz de expresar.

Sigo intentando adaptarme. No debería serme difícil puesto que es el lugar donde me he criado, el único lugar en el que he vivido y el único lugar donde he vivido todas y absolutamente todas las experiencias importantes de mi vida.

Quizás ese es el motivo. Debería ser todo igual. Creía y quería que todo el mundo ansiara mi regreso, para quitarme la sensación de tristeza al dejar mi vida en el paraíso. Demasiadas expectativas.

Al principio de llegar me sentí extraña. Reconocía todos los lugares y a todas las personas. Era todo exactamente igual que antes, pero yo ya no lo era. Por esto no me sentía como en casa. No sabía como relacionarme con los demás. En estos primeros días extrañaba muchísimo toda la gente de Pacuare.

Más tarde comencé a asumir que esto es lo que hay y esta es mi vida. Pero la gente ya no era la misma. Y la mayoría de las personas no habían notado mi ausencia lo más mínimo. A estas alturas me dí cuenta que nada iba a ser como era nunca más. Ni siquiera yo. La mejor elección era volver a Pacuare, y así podría dejar de echar de menos a la gente. Y en estos días, empecé a extrañar como nunca, a anhelar con todas mis fuerzas y a amar como nunca había sentido la que fue mi casa, mi segundo hogar: la Reserva Pacuare.

Es ahora, en estos últimos días, cuando empiezo a perder ilusión por ver a mis amigos. Hoy me siento sola, una soledad increíblemente dañina, que te congela el corazón y quedas paralizado. Una sensación que nunca había sentido. Hoy me doy cuenta que todo ha cambiado. Mi vida no tiene nada que ver de como era a como es. Hace 4 meses tenía un reciente ex-novio que me quería. Un nuevo amante que me idolatraba. Un montón de amigas sin pareja que siempre tenían tiempo para quedar. Un padre soltero que disfrutaba como un niño de los fines de semana con su hija en la montaña. Una madre preocupada por sus hijas.

Ahora, después del verano, como por arte de magia todas mis amigas, mi padre y mi amante, tienen pareja. Como si en verano uno estuviera obligado a enamorarse...

Parece que lo más cuerdo es apoyarse en la gente de Pacuare, puesto que aquí todo ha cambiado. Pero la vida en Pacuare también avanza y no hay cabida para mí. Y yo, sigo extrañando a las gentes de Pacuare y su reserva con toda mi alma.

Y a estas alturas, aquí me encuentro, haciendo el intento de adaptarme mientras siento un rechazo permanente que hace que me invada un sentimiento de soledad... insoportable. 

El verdadero cambio viene después

Uno no es consciente de los cambios que está sufriendo hasta que los ha sufrido. Esto, que parece tan obvio, no es tan claro como parece.

Creía que mi experiencia en Costa Rica me haría cambiar por dentro... y lo ha hecho. Pero no es hasta ahora, que tengo una gran necesidad de reflexionar sobre todo aquello que me doy cuenta de que no soy quien era, de que es el momento de ser quien soy. El verdadero cambio viene después de la experiencia vivida y no mientras se vive. Sólo cuando reflexionamos sobre ello con una perspectiva objetiva y lejana podemos darnos cuenta del cambio sufrido.

Es muy probable que si no hubiera vuelto no hubiera entendido todo lo que entiendo ahora. 

Parece una locura, pero lo único cuerdo que veo en mi vida es hacer una locura. Me voy, no sé a dónde, pero me voy. Quizás no ahora, pero me voy.

No hay nada que me ate a este lugar. Me aburre su gente, me aburren sus paisajes, me aburren sus historias... y todo el mundo se acostumbra a estar sin ti en dos meses. 

Quiero vivir, con o sin dinero, pero quiero sentir que estoy viviendo mi vida, y no la que debo vivir.

Hoy, soy libre! y no solo de espíritu... 


Por fin.

Lo que mueve el mundo...

El AMOR... que todo lo complica, que todo lo mueve, que todo lo destruye, que es totalmente ciego...