domingo, 21 de octubre de 2012

Adaptación, soledad, rechazo...

Ya han pasado 17 días. Tiempo suficiente para empezar a acostumbrarme. La verdad es que nada es como cuando llegué. Es curioso como en 17 días he experimentado tantas y tan distintas sensaciones y sentimientos que no voy a ser capaz de expresar.

Sigo intentando adaptarme. No debería serme difícil puesto que es el lugar donde me he criado, el único lugar en el que he vivido y el único lugar donde he vivido todas y absolutamente todas las experiencias importantes de mi vida.

Quizás ese es el motivo. Debería ser todo igual. Creía y quería que todo el mundo ansiara mi regreso, para quitarme la sensación de tristeza al dejar mi vida en el paraíso. Demasiadas expectativas.

Al principio de llegar me sentí extraña. Reconocía todos los lugares y a todas las personas. Era todo exactamente igual que antes, pero yo ya no lo era. Por esto no me sentía como en casa. No sabía como relacionarme con los demás. En estos primeros días extrañaba muchísimo toda la gente de Pacuare.

Más tarde comencé a asumir que esto es lo que hay y esta es mi vida. Pero la gente ya no era la misma. Y la mayoría de las personas no habían notado mi ausencia lo más mínimo. A estas alturas me dí cuenta que nada iba a ser como era nunca más. Ni siquiera yo. La mejor elección era volver a Pacuare, y así podría dejar de echar de menos a la gente. Y en estos días, empecé a extrañar como nunca, a anhelar con todas mis fuerzas y a amar como nunca había sentido la que fue mi casa, mi segundo hogar: la Reserva Pacuare.

Es ahora, en estos últimos días, cuando empiezo a perder ilusión por ver a mis amigos. Hoy me siento sola, una soledad increíblemente dañina, que te congela el corazón y quedas paralizado. Una sensación que nunca había sentido. Hoy me doy cuenta que todo ha cambiado. Mi vida no tiene nada que ver de como era a como es. Hace 4 meses tenía un reciente ex-novio que me quería. Un nuevo amante que me idolatraba. Un montón de amigas sin pareja que siempre tenían tiempo para quedar. Un padre soltero que disfrutaba como un niño de los fines de semana con su hija en la montaña. Una madre preocupada por sus hijas.

Ahora, después del verano, como por arte de magia todas mis amigas, mi padre y mi amante, tienen pareja. Como si en verano uno estuviera obligado a enamorarse...

Parece que lo más cuerdo es apoyarse en la gente de Pacuare, puesto que aquí todo ha cambiado. Pero la vida en Pacuare también avanza y no hay cabida para mí. Y yo, sigo extrañando a las gentes de Pacuare y su reserva con toda mi alma.

Y a estas alturas, aquí me encuentro, haciendo el intento de adaptarme mientras siento un rechazo permanente que hace que me invada un sentimiento de soledad... insoportable. 

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